Su labor es tan invisible a ojos del paciente, como necesaria de puertas para dentro de un hospital. De hecho, el engranaje del diagnóstico no funcionaría sin ellos, pues los especialistas en Anatomía Patológica (AP) son los «guardianes» de los resultados más certeros. En sus manos, y en sus microscopios, tienen la responsabilidad de analizar las muestras que determinan los misterios de las enfermedades que acechan a la sociedad, como el cáncer, declinando la balanza de si un tumor es benigno o maligno, aunque también son esenciales ante un trasplante de órganos y en patologías metabólicas o degenerativas.